En la Homilía de hoy el Sacerdote contó una historia que me gustaría compartir.
Había un conferenciante que tomando un billete de $20.00 en la mano lo eleva y pregunta a su público de 200 personas: "¿Quién quiere este billete?" Comenzaran a levantar la mano. Dice, "yo voy a dar este billete, pero primero dejemen hacer esto"; toma el billete, lo estruja y les pregunta: "¿Quién todavía quiere el billete?" Todos mantiene la mano elevada. "Bueno" el dice, "¿que si yo hago esto?" Tiro el billete en el suelo y lo pisoteo. Lo tomo en la mano ahora todo estrujado y sucio y pregunto: "¿Ahora quién lo quiere?" y todos mantenian las manos elevadas. Entonces dice: "Ustedes hoy han aprendido una gran lección. Ustedes aun quieren el billete aunque este arrugado, pisoteado y sucio, no pierde valor. Así como esta aun vale $20.00.
Muchas veces hemos caído, nos hemos revolcado en la tierra, con nuestras decisiones en las circunstancias que se nos presentan en nuestro camino.
Sentimos y pensamos que ya no tenemos valor. Pero no importa que ha pasado o que va a pasar, tu no pierdes valor.
¡Eres especial! ¡No lo olvides!"
Así somos nosotros ante los ojos de Dios. Aun con nuestros pecados, nuestros fracasos, con todo somos valiosos y tenemos el mismo valor para Dios. Es por esto que sacrifico su único hijo, porque somos valiosos para él, porque su amor hacia nosotros es grande. La Cruz nos recuerda lo valiosos que somos para él.
Lectura recomendada: Efesios 2,4-9
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